Por  Prof.  Mariola  Sánchez Romero  

El Covid-19 ha aumentado las desigualdades, así como los riesgos a los que se enfrentan los colectivos vulnerables. Esta afirmación es la nueva realidad a la que nos enfrentamos con la crisis sanitaria que asola el globo terrestre desde principios de 2020. Por desgracia, la pandemia mundial ha tenido un gran impacto económico y social, generando una necesidad imperante de un mayor compromiso en el bienestar general. Desde la Fundación Seres y Caser, con el informe El papel de la empresa en el bienestar social, subrayan que “la cohesión social, las brechas digitales, la fragmentación geopolítica y la desilusión de los jóvenes son solo algunos de los riesgos a los que se enfrenta la sociedad tras la crisis”. Como ya presentamos en el informe Responsabilidad Social Corporativa: un enfoque general, las empresas con sus actividades de RSC y con su compromiso social, se convierten bajo este escenario en unos actores clave para realizar un impacto positivo en la sociedad a la vez que crece su valor económico.

Pero, ¿dónde se sitúa entonces la RSC con el Covid-19?

Las empresas con el Covid-19, han sido y siguen siendo afectadas por diferentes medidas que conducen a la lucha contra la pandemia. Por ejemplo, las diferentes medidas legales tomadas por el gobierno, obligando a cerrar determinadas actividades o sectores por la emergencia sanitaria, no sólo pone en jaque a las empresas en cuestión, sino que también a una multitud de empresas de servicios y minoristas que, si no existe una demanda que satisfacer, ven reducidos sus ingresos. Asimismo, la nueva situación ha forzado a las empresas a una digitalización y a nuevas formas de hacer negocio en un tiempo record: la venta online permitiendo ofrecer productos por un canal de venta desconocido, medidas de teletrabajo, suponiendo en muchos casos una inversión y costes de diversa naturaleza, así como el tiempo en adaptarse a esa nueva realidad. En muchos casos, llegar al nivel de actividad anterior a la pandemia si se ha logrado, pero en otros casos, la previsión estimada de las empresas parece lejana en el tiempo.

Los nuevos datos arrojados por los Indicadores de Confianza Empresarial (ICE) disponibles en el INE, muestran que la confianza y las previsiones de recuperación del nivel de actividad anterior a la crisis pueden llegar a tardar. Esto puede tener grandes repercusiones en las actividades de las empresas, incluyendo el compromiso social de las mismas.

Figura 1: Previsiones de recuperación del nivel de actividad anterior a la crisis

Como podemos ver en la Figura 1, las empresas estiman que su actividad podría volver a los niveles anteriores de la crisis en el 2022, con un 33,6%. Aunque también hay confianza de retomar su nivel medio de actividad hacia el segundo semestre de 2021. Los datos son muy parecidos si analizados por rama de actividad. La Figura 2 muestra esa tendencia.

 

Figura 2: Previsiones de recuperación del nivel de actividad anterior a la crisis por sectores

 

La pregunta es: ¿cuál será el comportamiento de las empresas bajo ese escenario? ¿Hay razones para cambiar de comportamiento? Lo que se espera, sin duda, es que las empresas sigan actuando con responsabilidad social, que debe de venir acompañada por una visión que integre el cuidado de sus empleados, con políticas a largo plazo, tanto fuera como internamente. Si bien el escenario en el cuál muchas se encuentran no es favorecedor para llevar a cabo actividades ligadas al RSC, que se puede pensar costosas, ahora más que nunca hacer el bien permite que lo hagamos bien.